miércoles, 21 de mayo de 2008

VENDER ELCUERPO:

Vender el cuerpo: una faena diaria



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Lunes, 06 deMarzo de 2006 a las 00:00
La estación Prado, un sitio que incluso antes de que existiera el
Metro ha servido como punto de encuentro para diversas personas, debido a que ha sido tradicionalmente comercial, hoy vive otra historia. Allí, se pueden observar nuevas realidades que sin duda, le dan una nueva cara a la ciudad.
El día comienza y con él todos los habitantes de este sector del centro de Medellín retornan a sus actividades diarias. Los locales que sirven de alternativa para brindar refrescos y comestibles se preparan para el panorama visto diariamente.Se encuentran todo tipo de personas, desde niños que no pasan de los seis años de edad y que comienzan a vender dulces a las personas que caminan por el lugar, hasta aquellas personas que ya llevan más de dos décadas en la calle. La característica principal es el aliciente que toman para empezar el día, un frasquito de sacol.Son las 12:00 del medio día y llegan: Leidy, Lina y Mary, tres hermanas, quienes se han convertido en fieles visitantes del sector. Las dos primeras de catorce años y la última de dieciséis, las tres son de contextura delgada y baja estatura. Cada una con un sinnúmero de tatuajes y piercings que marcan su propio estilo de vivir, el cabello desteñido con grandes raíces y las múltiples cicatrices que revelan de alguna manera la realidad que están viviendo: la prostitución.La tan nombrada profesión más antigua del mundo hoy sigue teniendo gran trascendencia a nivel social. Ahora los protagonistas son los niños, que en muchas ocasiones no superan los ocho años y ya están lucrándose a costa del trabajo de su cuerpo.Para Santiago Morales, sociólogo e investigador de la
Fundación Universitaria Luis Amigó (FUNLAM), la prostitución infantil, como tal, no existe, según él: "Siempre cuando se inicia en la prostitución debe de haber una influencia mayor, nunca es por conciencia o voluntad propia. Hay terceros que manejan las situaciones”.Se plantea entonces la dualidad entre los conceptos de prostitución infantil y explotación sexual infantil. Este último más ligado al abuso de los menores, que son obligados a ejercer la prostitución en contra de su voluntad como explica Vilma Yepes, psicóloga de la Universidad de Antioquia (U de A).La definición dada en el libro “La prostitución en Colombia: Una quiebra de las estructuras sociales”, sobre prostitución es: “el comercio sexual indiscriminado entre mujeres y hombres, mediante el factor económico. En otras palabras, la oferta y demanda sexual entre hombres y mujeres con un fin comercial por parte de éstas o terceras personas”.Según Leidy, una de las niñas que entrevistamos, su trabajo es por iniciativa propia, nadie la obligó a ejercer la prostitución, todo lo hace por el dinero que puede dejar un día entre cliente y cliente: “En un buen día uno se puede hacer hasta cien mil pesos, nosotras cobramos diez mil o veinte mil, dependiendo del marrano, si está muy bueno le hacemos una rebajita, claro que cuidándonos siempre con condón”, comenta mientras reparte en una bolsa negra el frasco de sacol a sus hermanas.La alternativa para pasar las tardes es sentarse en una de las bancas que hay debajo de la estación Prado. Desde allí pueden observar a sus potenciales clientes a quienes tientan con propuestas como: "Hey papi, ¿vamos a hacer el amor?”.Morales describe la razón por la cual estas niñas se entregan por entero al ejercicio de la prostitución: "Son niñas que en muchas ocasiones han perdido el valor de sus vidas y el rumbo de lo que quieren hacer para el futuro. Es por ello que se quedan estancadas en ese mundo sin una posibilidad de salir”.Entre peatones desprevenidos y carros que pitan expeliendo grandes cantidades de humo, arman un desfile donde el protagonismo lo tienen sus ropas. Las tres con faldas cortas y blusas escotadas con las que se hacen propaganda. Los ojos siempre mirando a otro lugar desconocido, perdidos en un mundo donde nada importa. Un mundo donde las riñas, los novios y el dinero marcan la tendencia a seguir y del cual se han aferrado pues es lo único que tienen. La noche llega y con ella el cansancio, se van cerrando los ojos y el cuerpo cede producto del esfuerzo hecho durante el día. Entre dormidas, aún dominadas por el vaho del sacol se dirigen a su casa, donde las espera su padre. Este las recibe y como ya es costumbre no les pregunta nada, para él, el día ha sido demasiado duro, enseñarle a un grupo de niños lo desgasta y lo único que quiere hacer es dormir. Mary se despide de él y se pregunta lo mismo que se pregunta todas las noches: “¿Será que en verdad no se ha dado cuenta de donde pasamos todo el día?”
*Estudiante de Periodismo de la Universidad de Antioquia. Profesora: Herlaynne Segura.

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